No hay unidad con los asesinos, no hay paz sin justicia, no queremos un “desarrollo” que destruye vidas y derechos.
El Perú profundo, el interior del país marchó ayer en la Lima colonial e indiferente a la sangre que nos ahoga. Los pueblos del sur se movilizaron decididos, combativos, reclamando justicia para sus muertos. Pero la dictadura cívico-militar-empresarial se aferra al poder, sostenida por las fuerzas represivas, su congreso, su sistema de justicia y sus medios de comunicación masivos terruqueadores.
Los pueblos autoconvocados llegaron, recibiendo solidaridad para transportarse, alimentarse, alojarse. Pero necesitan mucho más. La estrategia de terror desatada por la dictadura amenaza, persigue, interviene sus locales y denuncia a las organizaciones populares que se solidarizan y apoyan la lucha emprendida desde el Sur. Impide que les den un lugar dónde alimentarse, descansar y dormir. Necesitan mucho más y debemos dárselo, no nos dejemos vencer por el miedo. Lima no puede seguir siendo ajena a todo el Perú.
Nuestros hermanos y hermanas han hecho una marcha de sacrificio hasta Lima para denunciar los asesinatos y hacerse escuchar. Son ya más de 50 asesinatos y no hay justicia. Al contrario: al responsable le dieron el cargo de presidente del Consejo de Ministros. ¿Hasta cuándo el mundo seguirá siendo ancho y ajeno para los pueblos indígenas?
Como durante la segunda vuelta electoral del 2021, los medios de comunicación han creado la narrativa de invasión e inminente ataque del terrorismo, y que la dictadura pone la fuerza para defender la democracia. Esa misma democracia que mató en la pandemia a millones de peruanos por no poder comprar un tanque de oxígeno o pagar una cama UCI. Esa “democracia” en la que se puede asesinar a 50 hermanos y hermanas indígenas y premia a sus autores intelectuales con altos cargos.
Hubo represión en Lima: tanques, bombas lacrimógenas lanzadas desde los techos (incluido el del edificio del JNE), detenciones en Miraflores, heridos, un sospechoso incendio en el Cercado. Pero las balas asesinas siguen concentrándose fuera de Lima, en los territorios de los pueblos quechuas y aymaras. Ayer, se perpetró un asesinato más en Arequipa. Y junto con el dolor crece también la indignación.
El mensaje a la nación de la dictadora Dina Boluarte y sus ministros no fue para el Perú, fue para Lima. La Lima racista y clasista. Llaman a la unidad y dividen al país entre los “vándalos” y “los peruanos que quieren trabajar”. Se deshacen en saludar a quienes los sostienen y asesinan al pueblo sin ningún miramiento: las fuerzas armadas y policiales. Los medios masivos – al mismo estilo que los diarios chichas - terruquean y desinforman. Amenazan con más represión, advierten que están identificando a los “violentistas”. Mientras llaman al diálogo, la paz y la unidad “para el desarrollo”, nos advierten que habrá más asesinatos y más detenciones arbitrarias.
Pero los pueblos no nos rendimos y decimos claramente: no hay unidad con los asesinos, no hay paz sin justicia, no queremos un “desarrollo” que destruye vidas y derechos. Basta de asesinatos, represión y criminalización. Exigimos justicia. Exigimos la salida de la dictadura y el cierre de su Congreso. Elecciones generales y un referéndum por una nueva Constitución.
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