Bagua: Memoria viva de nuestra resistencia indígena
- onamiap
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El 5 de junio de 2009 se marcó un hito histórico de nuestra resistencia como pueblos indígenas: el levantamiento en Bagua fue la expresión legítima de nuestro grito ancestral frente al despojo y la imposición. El desenlace fue brutal: una intervención policial ordenada por el Estado terminó en una masacre que cobró la vida de al menos 33 personas -entre indígenas y policías- y dejó cientos de hermanas y hermanos indígenas heridos y perseguidos judicialmente.
Lo ocurrido en La Curva del Diablo y la Estación 6 de PetroPerú no fue un “enfrenamiento”, fue muestra del desprecio con que el Estado y el poder económico tratan a los pueblos indígenas cuando decidimos alzar la voz en defensa de nuestras vidas y territorios. Por ello, nuestra lucha fue símbolo de nuestra fuerza colectiva y la vitalidad y vigencia de nuestras demandas históricas.
Dieciséis años después, es importante rememorar este legado de dignidad en medio de ataques y vulneraciones a nuestros sentidos de vida comunitarios como pueblos indígenas que coexisten en armonía con nuestra Madre Naturaleza.
Las políticas agrarias que promueven la expansión de monocultivos, el asedio constante a los Pueblos Indígenas en Aislamiento o Contacto Inicial (PIACI), las concesiones petroleras y mineras que exponen nuestros territorios y vidas, y las licencias a favor de la expansión de la minería (legal e ilegal) bajo el falso discurso de la “reactivación económica”, son expresión de un sistema de despojo hecho para vulnerar nuestra existencia y resistencia. Un “proceso civilizatorio” que nos conduce a la extinción de toda forma de vida.
Estas iniciativas políticas son impulsadas por una dictadura cívico-militar-empresarial que, con creciente impunidad, nos pretende condenar al desplazamiento forzado de nuestros territorios ancestrales, al racismo institucionalizado y al genocidio silencioso. Quienes promueven estas iniciativas siempre vieron a la Madre Naturaleza como un “recurso infinito para ser explotado” y a los pueblos indígenas como “perros del hortelano”. Quieren acabar con nuestros modos de vida colectivos-comunitarios para imponer el legado cada vez más devastador del capitalismo, desde la acumulación y despojo territorial.
Frente a ello, seguimos resistiendo. Desde el ejercicio de nuestra autonomía y gobernanza territorial, desde nuestros modos de vida comunitarios, desde nuestra sabiduría ancestral y armonía con nuestro territorio integral ancestral. Resistimos desde la memoria viva de Bagua, por la sangre derramada, por la justicia que aún nos deben.
Seguimos resistiendo, seguimos existiendo.