La ultraderecha quiere un golpe de Estado. La sucesión de hechos desde que Pedro Castillo llegó a la presidencia -y aún antes, desde la campaña electoral de segunda vuelta- lo demuestran claramente: acoso desde el Congreso, alza de precios propiciada por los monopolios de alimentos (como Alicorp) y las grandes empresas de combustibles, la inestabilidad del dólar. Y ahora un paro de transportistas casi idéntico al impulsado en Chile antes del sangriento golpe de Estado contra Salvador Allende.
El objetivo de esa ultraderecha, el fujimorismo y sus aliados, no es solo impedir los cambios sino retroceder en los derechos humanos individuales y colectivos. Como lo hizo con el golpe de Estado del 5 de abril de 1992, del cual se cumplen hoy treinta años. La fecha y las circunstancias no son casuales: la rápida reacción popular y de los organismos internacionales, sobre todo del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, contra la inadmisible reposición del indulto concedida por el Tribunal Constitucional fue la gota de agua que rebasó el vaso.
Como ONAMIAP hemos sido críticas del gobierno de Pedro Castillo, cuestionamos sus retrocesos y le advertimos, también desde la campaña de segunda vuelta, que su único camino para resistir la arremetida de la ultraderecha era impulsar los cambios que prometió con las organizaciones representativas de los movimientos populares, incluidas las de los pueblos y las mujeres indígenas.
Pero no, el gobierno de Pedro Castillo ha estado haciendo todo lo contrario: insiste en el modelo extractivista, se alía con sectores oportunistas, electoreros, reformistas. Creyó, en nombre de la “gobernabilidad”, que, acercándose a la derecha, lo dejarían gobernar.
Y esto es lo que ha recibido como respuesta: la vieja fórmula de la ultraderecha en el continente contra los gobiernos que no responden ciegamente a sus intereses: un paro de transportistas de dudosa legitimidad, cuestionado por los gremios realmente representativos de ese sector. Especulación de los precios de los alimentos para evitar el apoyo del pueblo al gobierno y la democracia. Incendio de los archivos policiales que incluyen los procesos por corrupción a los fujimoristas y sus secuaces. Actos de violencia para propiciar el caos.
Todo esto con la complicidad incondicional de los grandes medios de comunicación. Y también con la propalación de noticias falsas por las redes sociales, reproduciendo imágenes de saqueos a mercados, incendios y ataques ocurridos hace años como si fueran actuales.
Todos estos hechos confirman lo que ya venimos diciendo: no basta con tener el gobierno mientras el verdadero poder lo tengan los grandes grupos económicos que quieren mantener sus privilegios por encima de las vidas, los derechos, la propia democracia que ellos mismos adecuaron a sus intereses con su Constitución de 1993. La dictadura fujimorista constitucionalizó el neoliberalismo con hambre y balas, bajo el pretexto de combatir el terrorismo.
Esta es una lección para los movimientos populares y también para la izquierda que solo busca llegar al gobierno y no cambiar el sistema. La izquierda debe comprender que, para hacer cambios, se necesita no solo llegar a la presidencia, al Poder Ejecutivo, sino también al Legislativo. Y, sobre todo, construir la unidad entre ella y con los movimientos populares.
El golpe de Estado que quiere la ultraderecha significaría acabar con los derechos, impunidad para destruir la madre naturaleza, represión sangrienta, miles de desapariciones, impunidad para todos sus crímenes. Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y otros países lo sufrieron. No permitamos que se repita la historia en el Perú. La ONU y la OEA deben pronunciarse.
Solo hay una salida. Hoy es más urgente que nunca una nueva Constitución Política que deseche aquella heredada de la dictadura fujimorista, cuyo nefasto legado permanece. Hoy es más urgente que nunca convocar a una Asamblea Constituyente Popular, Soberana, Plurinacional y Paritaria, que siente las bases de un cambio estructural hacia un modelo económico y político con pleno respeto de las vidas y los derechos humanos individuales y colectivos.
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