El primero de marzo las Fuerzas Armadas entregaron el bastón de mando a Dina Boluarte. Un mando usurpado y empapado de sangre. Los medios de comunicación afines a la dictadura cívico-militar-empresarial resaltan que es un hecho histórico al ser la primera mujer en recibirlo.
Dos días después en Lima, en medio de las protestas contra esta dictadura, una hermana aymara de Puno con su hijo cargado a la espalda se acerca a la policía con los brazos abiertos y uno de ellos dispara directamente al pecho una bomba lacrimógena. Como ya es usual, todo el aparato mediático centra la narrativa en la víctima. Se olvidan del policía.
Este año el Día internacional de la Mujer está marcado por el dolor, la indignación y la exigencia de justicia para nuestros hijos asesinados y heridos. Dina Boluarte y su gabinete paritario le han dado carta blanca a las fuerzas armadas y policiales. Llegando al punto de premiar a la policía con bonos de 2150 soles mensuales, el doble que a las enfermeras en tiempos de pandemia. Y en cada conferencia de prensa Dina Boluarte felicita su labor.
Esta dictadura que se sostiene con el poder de las armas y con las fuerzas más retrógradas del Congreso de la República viene criminalizando a las mujeres quechuas y aymaras que hoy seguimos movilizándonos en su contra. Hoy más que nunca Dina Boluarte encarna la fuerza machista, racista y colonial en contra de las mujeres indígenas.
Nosotras andamos con nuestros niños y niñas. Las quechuas y aymaras sabemos cargarlos en nuestras espaldas para ir a trabajar a la chacra, a pastear el ganado, a vender nuestros productos o hacer las tareas domésticas. La dictadura nos culpa de los asesinatos de nuestros hijos adolescentes. Nos dicen que exponemos a nuestros niños y niñas por llevarlos a las marchas. ¿Dónde y con quién los vamos a dejar?
No les basta con estigmatizarnos como “vándalos”, “violentistas” y “terroristas”, ahora también somos “malas madres” porque salimos a marchar con ellos. Utilizan esto como un ingrediente más para criminalizarnos. Un caso emblemático es el de Yaneth Navarro Flor, a quien, además de acusarla de “financista” de las movilizaciones, el juez le reprocha haber “abandonado a sus hijos” para salir a protestar. ¿En qué quedamos? ¿Hacemos mal por salir con ellos o por dejarlos? Lo cierto es que ella ha sido encarcelada por 18 meses. Están criminalizando a las mujeres que luchamos por el pleno ejercicio de nuestros derechos políticos.
Con un discurso machista, racista y colonial nos quieren desmovilizar y que seamos solo pasivas beneficiarias de programas sociales. A los gamonales y las patronas les decimos: nuestras maternidades las hemos vivido siempre en nuestras históricas luchas y resistencias desde hace más de quinientos años. Esta no es la excepción. Si estamos en las calles movilizándonos es enteramente responsabilidad de Dina Boluarte y el Congreso.
La dictadura que se vanagloria de tener un gabinete paritario nos demuestra que no basta con tener mujeres en espacios de toma de decisiones. Estas ministras, sus viceministras y directoras han sido –y siguen siendo- cómplices de los asesinatos a nuestros hijos, de la violencia sexual y las detenciones arbitrarias en contra de mujeres que se movilizan. Que podemos esperar de este gabinete cuyo “ministro de Educación” se atreve a decir que somos “peores que animales”. Su racismo no tiene límites.
¿Qué ha pasado con el Ministerio de Cultura? ¿Dónde están sus funcionarias y funcionarios? ¿Van a seguir callando en todos los idiomas mientras buscan asesinarnos? ¿Ya no habrá frases de amor en diversos idiomas indígenas? Mientras tanto el MIMP saca por enésima vez un vergonzoso comunicado, no condenando el cobarde y brutal ataque policial a una madre con su hijo a la espalda, sino responsabilizando a las madres, buscando instrumentalizar -para sus fines- los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Es la dictadura la que ha asesinado, herido y encarcelado a sus padres y hermanos y es la que ha matado a nuestros hijos.
Esta dictadura está obligando a jóvenes soldados, casi adolescentes, a reprimir a quienes pueden ser sus madres o sus hermanas. En Puno, nuestros hermanos y hermanas aymaras rescataron a cuatro soldados a quienes sus superiores obligaron a cruzar el río Ilave para que los enfrenten. Pero no solo los rescataron, también les dieron abrigo y alimentos. Otros tres murieron. ¿También criminalizarán esta solidaridad?
Por eso, hoy más que nunca, el Día Internacional de la Mujer es un día en el que ratificamos que no nos rendiremos, seguiremos denunciando sus crímenes y exigiendo justicia. Porque la mujer instalada en Palacio de Gobierno no nos representa, no representa a ninguna mujer y menos a las mujeres indígenas.
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