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Foto del escritoronamiap

Defender a nuestra Madre Tierra para garantizar la continuidad de la vida

Un 22 de abril, hace 47 años, fue instituido el Día Mundial de la Tierra.  Nuestra Madre Tierra es el espacio inmenso que nos cobija y nos alimenta: nos da la vida, pero que lamentablemente hoy es agobiada por múltiples violencias producto de la actividad humana como la contaminación y la depredación de los recursos que son expresados en el cambio climático y los desastres que este año nos azotan. Los pueblos y las mujeres indígenas somos hijos e hijas de la Madre Tierra y sabemos convivir en armonía con ella desde hace miles de años. Pero un modelo de vida, que la ve solo como una fuente de recursos para explotar y servir al consumismo y a la acumulación de riquezas, es ciego y sordo a sus advertencias. El uso indiscriminado de combustibles fósiles, las actividades extractivas (como la minería, la tala y la explotación de hidrocarburos), y los megaproyectos de infraestructura causan impactos cada vez más grandes e irreversibles y que amenazan con eliminar todas las formas de vida. Sabemos que hay grandes responsables: las multinacionales y los países poderosos, pero los pueblos del mundo no somos indiferentes. Una prueba de ello es la gran marcha global que, a fines de este mes, recorrerá el planeta para rechazar las políticas del gobierno de Donald Trump con respecto al cambio climático. Conmemoremos el día de la Madre Tierra como debe ser: volviendo a su seno, comprometiéndonos a cuidarla y a defenderla, y dialogando armónicamente con ella para garantizar la continuidad de la vida.

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