El mundo celebra hoy, 9 de agosto, el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Una fecha para reflexionar sobre nuestra historia de lucha y resistencia, nuestra sabiduría, nuestra relación de mutuo cuidado con la Madre naturaleza. Y nuestros derechos. Esos derechos que emanan del vínculo con nuestros territorios y de nuestras identidades culturales.
Derechos que son sistemáticamente vulnerados. Desde el propio Estado, obligado a garantizarlos, surgen voces pretendiendo negar nuestra existencia. Como la del gobernador regional de Loreto, Elisbán Ochoa Sosa, que ha pedido al Ministerio de Cultura (MINCU) que desconozca la existencia de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial. O desde la propia presidencia de la República, cuando Alan García, desde una postura racista y clasista, nos llamó “perros del hortelano” y “ciudadanos de segunda categoría”. Y las hordas de derecha y sus hordas que insultaron con frases racistas a la vicepresidenta Dina Boluarte en el hipódromo de Monterrico durante las “fiestas patrias”.
El Día Internacional de los Pueblos Indígenas fue adoptado por la Asamblea General de Naciones Unidas el 23 de diciembre de 1994, durante el Decenio Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo, mediante su resolución A/RES/49/214. Esta fecha conmemora la celebración de la primera reunión, en 1982, del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas de la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías.
En el Perú los pueblos indígenas constituimos la cuarta parte de la población nacional, estamos aquí desde antes de la Colonia y de la creación del actual Estado, pero nos siguen considerando “minorías” y califican nuestros derechos como un obstáculo al modelo extractivista. Y el MINCU, ente rector de políticas indígenas, también responde a los intereses de ese modelo.
Porque nuestra lucha y resistencia se inició hace 530 años, con la brutal invasión europea a nuestros territorios, que provocó uno de los genocidios más grandes de la historia, interrumpió los procesos de nuestras civilizaciones e inició la destrucción sistemática de nuestra Madre Tierra.
El colonialismo instaurado entonces continúa hasta hoy, con nuevas hegemonías, pero el mismo sistema depredador. Los colonizadores de hace cinco siglos llegaron con la cruz y la espada por el oro y la plata; los de hoy nos invaden con sus capitales, sus ejércitos, sus leyes, para seguir despojándonos de nuestros territorios y bienes naturales, para seguir destruyendo las vidas, para seguir vulnerando nuestros derechos. Una y otra vez, primero los invasores y luego los Estados republicanos, se llenan la boca con declaraciones y promesas, pero nada cambia: los pueblos indígenas seguimos siendo explotados, empobrecidos, despojados, criminalizados.
Si queremos un real cambio, hay que construirlo nosotros y nosotras mismas, desde nuestras comunidades y pueblos, como parte de un gran movimiento social. Ejerciendo nuestra libre determinación, decidiendo nuestro propio modo de vida. Desde nuestros territorios, nuestras identidades culturales, nuestras sabidurías y nuestra historia ancestral de lucha y resistencia.
Este año, las Naciones Unidas dedican el Día Internacional de los Pueblos Indígenas al reconocimiento del “papel de las mujeres indígenas en la preservación y transmisión del conocimiento tradicional”. Nuestra tarea como mujeres indígenas es construir, desde nuestras sabidurías, ese futuro ancestral que garantice por fin el ejercicio de nuestros derechos individuales y colectivos.
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