El actual modelo de desarrollo, que se basa fundamentalmente sólo en el crecimiento económico, ha significado para los pueblos indígenas un deterioro de las condiciones de vida, la imposición de un modelo que no es acorde con nuestras formas de vida, ni con nuestra forma de entender la relación con la naturaleza, que para nosotras es la Madre Tierra, imponiendo una cosmovisión y formas de vida totalmente contrarias a nuestros planteamientos del Buen Vivir o Sumak Kawsay.
Uno de los principales problemas que tenemos es que nuestra seguridad territorial está en riesgo. Existen una serie de medidas que se han ido dando en los últimos años dirigidos a recortar nuestros derechos o a imponer formas de propiedad que no corresponden a los planteamientos de nuestros pueblos. Así tenemos, por ejemplo, que COFOPRI (Organismo de Formalización de la Propiedad Informal) está realizando la titulación individual en las comunidades, lo que implica que se rompa nuestro tejido comunitario, es decir el sentido mismo de la comunidad, además de reducir nuestra extensión territorial.
La situación se agudiza cuando en algunas reservas naturales el Estado ha concesionado las tierras a empresas extractivas privadas. Los dolorosos sucesos de Bagua son resultado de esta presión que se cierne sobre los territorios indígenas.
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