Año Nuevo indígena, 21 de junio: una fecha para celebrar las vidas, para agradecer a la Madre Naturaleza por ser parte de ella y por cuidarnos. Para cuidar su derecho a renovar sus ciclos, aquellos ciclos que nos permiten sobrevivir física y culturalmente como pueblos y mujeres indígenas.
Es lo que nos legaron nuestros ancestros y nuestras ancestras: la conexión con la naturaleza, con nuestro Tata Inti, el Sol, que vuelve con más fuerza en el solsticio de invierno. Porque era así como las grandes civilizaciones de las cuales descendemos se organizaban: no con un calendario impuesto artificialmente. No con divinidades ajenas sino con una espiritualidad íntimamente ligada a nuestras formas de vida.
Pero el colonialismo impuesto desde hace 500 años continúa, sigue empeñado en destruir nuestras propias formas de organizarnos y nuestra espiritualidad. Sigue destruyendo a la Madre Naturaleza. Con el extractivismo que acelera la crisis climática, con la vulneración de nuestros derechos. Alterando los ciclos de vida.
El ciclo del sistema dominante se está agotando. Es hora de renovarnos, de cambiar. De volver a nuestra conexión con la Madre Naturaleza para construir un nuevo sistema desde nuestras raíces ancestrales, desde nuestra memoria histórica de lucha y resistencia, para alcanzar un futuro en el que la Madre Naturaleza y todas sus formas de vida, incluidas las humanas, tengan garantizadas su continuidad, su renovación.
Este año, con la celebración de las vidas, celebremos nuestro compromiso de lucha por un cambio, un verdadero cambio estructural.
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