Melania Canales Poma, presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú, ONAMIAP
El sistema dominante nació de la violencia. De las violencias contra todas las formas de vida. Contra las vidas la Madre Naturaleza, de las naciones indígenas americanas, los africanos, las mujeres. El colonialismo iniciado así hace más de quinientos años continúa hasta hoy. Pero también continuamos vivos los pueblos y las mujeres indígenas, resistiendo y luchando contra todas las violencias.
Ese colonialismo combina y suma todas las violencias contra las mujeres indígenas: racismo, machismo, clasismo. Se expresa en el extractivismo que destruye la Madre Naturaleza, invade nuestros territorios colectivos, socava nuestras propias formas de vida.
Las mujeres indígenas enfrentamos el racismo. Nos estigmatizan y discriminan por hablar nuestros idiomas originarios, por vestir nuestras propias ropas. Lo enfrentamos cuando acudimos a una dependencia estatal y se burlan de nuestro modo de hablar el castellano. Cuando vamos a un centro de salud y deprecian nuestra medicina ancestral. Cuando la educación es una herramienta de genocidio cultural.
Las mujeres indígenas enfrentamos el machismo cuando limitan nuestra participación política, cuando nos reprimen de manera diferenciada al defender nuestros territorios y modos de vida. Cuando nos niegan el acceso a la justicia si sufrimos violencia familiar.
Las mujeres indígenas enfrentamos el clasismo porque el Estado promueve políticas de despojo territorial y debilita nuestra soberanía y seguridad alimentaria al imponer proyectos extractivos que envenenan nuestras aguas, nuestros bosques, nuestras tierras, con los cuales subsistimos.
Ese despojo territorial y la destrucción de la Madre Naturaleza por la imposición del extractivismo genera así múltiples violencias contra nosotras, las mujeres indígenas, porque somos quienes cuidamos de la alimentación y la salud de nuestras familias y nuestras comunidades. Y porque la presencia de extraños en nuestros territorios trae consigo la inseguridad, el alcoholismo, la drogadicción, la violencia sexual y familiar.
Racismo, machismo y clasismo se juntaron en la política de esterilizaciones forzadas implementada por la dictadura de Alberto Fujimori en los años noventa. En las casi tres décadas de espera de verdad, justicia y reparación para sus víctimas. En los secuestros, torturas, violaciones sexuales, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones con los que el Estado enfrentó la violencia política durante más de veinte años.
Pero las mujeres indígenas resistimos para existir. Nos organizamos para luchar. Nos articulamos. Continuamos defendiendo todas las formas de vida exigiendo que, como a nosotras, se la reconozca como sujeta de derechos. Reivindicando nuestra identidad cultural transmitiendo la ciencia y tecnología ancestrales heredadas de nuestras ancestras.
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